12 febrero 2007

BUENOS NEGOCIOS, ¿BUENA ARQUEOLOGIA?


Entre los años 2004 y 2006 fue implementado el Harvard Summer Program in Tiwanaku, Bolivia, como uno de los muchos programas organizados por la Harvard Summer School, el proyecto fue diseñado como parte complementaria al curso ANTH S-170 Field Methods in Andean Archaeology: the Harvard Field School at Tiwanaku, Bolivia; en el cual participaron estudiantes de pregrado incluso de 18 años. Cada estudiante pago $us 6.550 por gastos de tutoría, alojamiento, alimentación y gastos de campo, además de $us 50 por la aplicación y $us 110 para el de seguro de salud. En total cada estudiante depositó $us 6.710, sumando un total de cien mil dólares estadounidenses para costear 6 semanas del programa de una escuela de campo estimada para 15 principiantes. El proceso de enseñanza contempló excavaciones dentro del centro arqueológico de Tiwanaku, a escasos 200 metros del templete semisubterráneo, sobre uno de los emplazamientos más importantes, mejor conservados y de mayor antigüedad de Tiwanaku (100 a.C – 500 d.C), ubicado cultural y cronológicamente como perteneciente al Formativo Tardío.
La experiencia de Harvard fue una flagrante violación del Reglamento de Excavaciones en sus Artículos 9, 10, 12, 14 y 27, pues ninguno de estos estudiantes contaban con la licencia ni la calificación mínima para intervenir un sitio de primer orden como Tiwanaku, ni áreas tan preciosas para la investigación arqueológica del Formativo Tardío como Lakkaraña.
Muchos de nosotros recibimos la noticia de la implementación de esta escuela de campo con extrema sorpresa, pues el tamaño de la irresponsabilidad de quienes aprobaron este proyecto fue solamente equiparable al monto de dinero que recaudó. Hasta la fecha no se conocen los resultados, pues no han surgido publicaciones de tal empresa, y queda al tiempo la duda de sí, un grupo de jóvenes adolescentes, sin ninguna experiencia de campo, a cargo de otros estudiantes de doctorado (también sin experiencia) pudieron hacer un buen trabajo en un área tan importante de Tiwanaku como Lakkaraña. Lo que si sabemos, sin lugar a ninguna duda, es que fue un excelente negocio.
En una conversación sostenida recientemente (en predios del Viceministerio de Desarrollo de las Culturas) con altos responsables de la Unidad Nacional de Arqueología, se nos dijo: que en el mundo real, quienes tienen la plata definen que tipo de arqueología se hace en Tiwanaku, que a entidades como Wiñaymarka, la CBN o SOBOCE, poco les interesa el rigor metodológico con que se excave, que sólo les interesan los resultados que se pueden ver y vender, que con ellos es muy difícil “negociar”. Que esta difícil relación con las poderosas y caritativas empresas privadas se debe a que el sector cultural del estado es extremadamente pobre (porque así lo determinan los sucesivos gobiernos de turno, ¡sin excepción!), donde “sus arqueólogos” ganan poco menos de mil bolivianos por mes y deben sobrevivir con los excedentes que les reporta los viáticos que obtienen de estos proyectos.
¿Será ésta la política de dignidad que el Gobierno actual esta tratando de impulsar? ¿Será que con un apropiado fajo de billetes o algo de influencia política, es posible negociar, no sólo la posibilidad de destruir un determinado patrimonio arqueológico, sino también la vigencia y aplicación de la Leyes?. Probablemente la Cervecería Nacional, SOBOCE, el proyecto de escuela de Campo de Harvard, algún diputado oficialista cocalero o el propio Prefecto de La Paz nos den muy buenas luces sobre estos aspectos.




LOS DERECHOS DE AUTOR EN LA PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA BOLIVIANA


Hace unos días llego al correo de la revista de Arqueología “Nuevos Aportes” una nota remitida por un arqueólogo amigo - oriundo de Cochabamba - que actualmente reside y trabaja en España. Tuve la suerte de conocerlo en el Valle a mediados de los años 90, lo mismo que a muchos otros investigadores y arqueólogos cochabambinos amigos del Museo Arqueológico de la Universidad Mayor de San Simón.
La nota se centra en una reciente denuncia de plagio interpuesta contra varios investigadores del Museo de Investigaciones Antropológicas de las universidades de San Simón de Cochabamba y Chapel Hill de Carolina del Norte, EE UU. El problema se suscitó sobre un aparente uso y apropiación de datos e informes de investigación inéditos por parte de ex - colegas de trabajo y coautores de los citados informes. Este hecho se habría consumado en algunas de las recientes publicaciones del Museo Arqueológico de San Simón. El destinatario de esta denuncia es una entidad internacional que trata estos temas, aunque lo más apropiado hubiese sido que la denuncia fuera efectuarla en las instancias nacionales que existen para tal efecto, existiendo además una Ley y sus reglamentos (Ley 1322 del 13/4/92) que protegen los derechos de autor.
Muy pocos hechos denunciados como plagio han sido reportados en la arqueología local, recuerdo algunos muy publicitados como el denunciado a un ex director de la DINAR y de la Carrera de Arqueología o a la acusación mutua que se dio entre los codirectores del Proyecto Arqueológico Iwawe. Probablemente existan algunos casos más que nunca fueron reportados y que permanecen sólo en los archivos de quienes incurrieron en el delito y en la memoria de quienes fueron afectados (a estos últimos, me adhiero personalmente).
Algunos arqueólogos e investigadores usan estos y otros antecedentes para justificar su improductividad intelectual o generar obstáculos para el acceso a informes de investigación y/o consultorias arqueológicas, cuyos datos son importantes para el avance de mayores investigaciones académicas.
Una de las justificaciones más usadas para evitar visibilizar informes de arqueología de contrato (que son parte de diversos estudios ambientales) es que su publicación o difusión a terceros, requiere de la aprobación previa de la empresa que la contrató o de la que estuvo a cargo del estudio ambiental. Se dice que estos arqueólogos, a tiempo de aceptar el trabajo, firmaron una cláusula de cesión de sus derechos de autor, lo cual no parece verídico, dado que vulneraría la Ley de Derechos de Autor que en su Título IV, Cap I, Artículo 14 indica que “el autor tendrá sobre su obra un derecho perpetuo, inalienable, imprescriptible e irrenunciable”.Por otra parte la Ley establece las garantías necesarias para que cualquier producto creativo artístico o intelectual, inédito o publicado goce del amparo de la Ley con respecto a sus derechos, motivo por el cual es censurable el clasificar, restringir o prohibir el acceso de investigadores a documentos que tienen carácter público como las investigaciones efectuadas en el marco de entidades estatales relacionadas con la arqueología, universidades públicas como la UMSA, museos municipales o estudios ambientales preparados bajo encargo exclusivo del estado, mucho más, cuando el objeto de estos estudios se efectúo con dinero estatal, sobre patrimonio del estado y bajo condiciones claramente estipuladas en la reglamentación vigente.

10 febrero 2007

POLÍTICAS CULTURALES, DESARROLLO LOCAL Y PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO


La arqueóloga boliviana María de los Angeles Muñoz ha publicado recientemente un interesante aporte para la revista mexicana del INAH "Diario de Campo", Cuadernos de Antropológia y Patrimonio Cultural N 4, en el que hace una aproximación teórica y propuesta de modelo en torno al tema de Gestión Cultural. Este trabajo puede ser considerado como una reflexión pionera en nuestro país respecto del aprovechamiento de recursos culturales arqueológicos para el desarrollo local.

La visión de que el arqueólogo es sólo un técnico que recupera información y materiales del pasado requiere necesariamente ser desterrada, pues la practica arqueológica actual y sus resultados tienen una incidencia cada vez mayor en nuestra vida política, cultural y económica y los arqueólogos, no sólo estamos ocupados de las evidencias y vestigios del pasado, sino tambien de las implicaciones éticas, sociales, culturales, económicas, legales y políticas que encierra nuestro trabajo y sus resultados

Estudios como los de Maria de los Angeles nos mueven ha reconocer la necesidad que tenemos de arqueólogos que se especialicen en la gestión del patrimonio, en la construcción de políticas públicas o en la generación de propuestas teóricas en relación al papel que juega o debe jugar la arqueología en el actual contexto social.

08 febrero 2007

ARQUEÓLOGOS DE VERANO


Desde hace algunos años la carrera de Arqueología de la UMSA viene implementando cursos relámpago que duran menos de un mes, habilitados entre el intersticio que permite el final de un semestre y el principio de otro. Estos cursos son llamados "de verano", cuyos objetivos, cuando se implementaron en otras carreras, a principios de los años 80, fueron el de permitir la nivelación de estudiantes que acusaban retrazos por efecto de cambios en las curriculas o como premio para quienes obtenian exelentes notas y cuya caopacidad les permitia adelantar su egreso. Sin embargo, estas materias eran dicatadas por los mismos docentes que impartían las clases regulares y se daban en períodos de dos a tres meses. En aquel tiempo era poco probable que fueran aceptados aquellos que no contaban con los prerequisitos necesarios o venian de reprobar la materia en un curso regular.

Hoy la Carrera de Arqueología de la UMSA hace todo lo contrario, habilita estos cursos para los peores alumnos, o para aquellos que no pueden aprobar la materia con las exigencias regulares. ¡Claro esta, la dictan tambien "Arqueologos de Verano"!, que no dubitan en aceptar materias, cuyo contenido es obvio que no se puede impartir en 15 o 20 dias. Lo que pasa entonces es que se prescinde de la mínima lectura especializada, del análisis, la reflexión, la presentación de trabajos o monografias finales y de todo recurso que da sustancia a curso universitario que puede preciarse de algún rigor académico.

En estos últimos años (incluido el que comienza), la nueva política de los directores de carrera, y hago énfasis en lo "político", los afana por granjearse la simpatia de un número creciente de estudiantes "del mínimo esfuerzo", quienes imponen el lanzamiento de cada vez más cursillos de verano que los lleve rápidamente a egresar, aún a costa de una formación totalmente deficiente. Egreso, que en muchos casos, no les sirve mas que para habilitarse de mano de obra barata en excavaciones implementadas por el estado, la empresa privada o algún proyecto extranjero. Con suerte, estos arqueólogos no licenciados, 5 o 10 años despues de egresar, podran habilitarse a un PETAE que los salve de el "infierno laboral" que significa estar entre el egreso y la licenciatura. Infierno que probablemente tambien podra salvarse con el apoyo remunerado de algún otro "Arqueólogo de Verano".

Lamentablemente, nuestra formación arqueológica universitaria está en manos de una "Carrera de Verano" con contenidos, dirección, docentes y estudiantes de verano que promete, paradojicamente, un largo y gélido futuro invernal para la arqueología boliviana.


07 febrero 2007

LOS CAMINOS DE LA COCA


Estudios etnohistóricos y arqueológicos han mostrado, con distinto tipo de evidencia, que los antiguos caminos prehispánicos como el de Takesi, Choro, Yungacruz, entre los más conocidos, sirvieron como via para los intensos vínculos de tráfico e intercambio de productos entre las zonas bajas y altas del territorio amazónico y andino, principalmente coca, plumas, plantas medicinales, animales, frutas y diversos productos de altura como papa, quinua, cañahua, charque de llama, sal, etc.
Hoy estos caminos sirven fundamentalmente para el movimiento de turistas nacionales y extranjeros (que según estadísticas del año 2004 alcanzaron a poco más de 6000) y esporádicamente para el movimiento de la población local. La coca y productos exóticos o alimenticios no forman ya parte de la economía a la que sirven estos caminos, pues algunos de estos productos - como la coca - han multiplicado su importancia económica y disminuido radicalmente su significación ritual e ideológico (ambos procesos alentados por la poderosa influencia de la sociedad occidental) y utilizan para su movimiento los caminos carreteros que penetran a Sud Yungas, Nor Yungas, Alto Beni y las nuevas zonas de colonización.
Las poblaciones actuales de los Yungas estan demandando caminos alternativos a los existentes, que permitan movilizar los productos con menos riesgo que el que actualmente tienen. Algunos de los trazos planteados para estas nuevas vias pasan por la inminente destrucción de los antiguos caminos prehispánicos declarados Patrimonio y Monumentos Arqueológicos Nacionales, tal es el caso del Camino Chuñavi - Chulumani que viene siendo alentado por productores cocaleros y autoridades municipales que pertenecen a este gremio. La Prefectura ha respondido positivamente a esta demanda sin evaluar apropiadamente su factibilidad técnica o las consecuencias ambientales y culturales que promoverian estas iniciativas. De manera política y demagógica el Prefecto paceño se ha comprometido con estas poblaciones yungueñas sobre la base de unos cuantos dólares y la disposición de colocar un par de tractores para que abran una brecha, sin importar si esta destruye o no el camino prehispánico de Yunga Cruz, probablemente dejando esta decisión a los operadores tractorístas.
Las Sociedad de Arqueología de La Paz, las organizaciones de defensa del Medio Ambiente y en algún Momento la Unidad Nacional de Arqueología se opusieron tenazmente a que se efectivice su construcción sin la existencia de un estudio completo de factibilidad y su respectiva licencia ambiental, logrando detener su inicio por casi 6 meses. Sin embargo, presiones políticas, tráfico de infuencias e incentivos económicos poco transparentes están amenazando con fracturar las posiciones de defensa de este importante Patrimonio Arqueológico y Natural, vulnerando tambíen la normativa ambiental y cultural vigente, dando luz verde a la decisión de ejecutar -de la manera más precaria - una senda que impactará irreversiblemente el camino prehispánico de Yunga Cruz, su entorno y su actual y potencial aprovechamiento turístico.


Los antiguos caminos prehispánicos: La coca fue uno de los principales motivos
para su construcción y paradójicamente será uno de los principales motivos para
su destrucción.