A principios de enero del 2007 la Sociedad de Arqueología de La Paz (SALP), recibió una denuncia de parte de un guía de turismo que alertó sobre los destrozos que se estaban cometiendo en Pumapunku debido al deficiente trabajo desarrollado por los responsables de la UNAR en este monumento. Una comisión de la SALP se trasladó a Tiwanaku para verificar estas denuncias, lo cual derivó en un informe técnico que validó muchas de las observaciones efectuadas por el guía y promovió una denuncia oficial y directa de parte de la Sociedad de Arqueología sobre los daños acontecidos al patrimonio arqueológico de Pumapunku como efecto de la implementación de los trabajos implementados por la UNAR. A la fecha, no existe una respuesta a esta denuncia, no se han iniciado las investigaciones pertinentes que obligan la Ley SAFCO 1178 (DS 23318 – A, Cap VI, Responsabilidad penal), el cumplimiento del Artículo 14 inciso (a) del Reglamento de Excavaciones ni el artículo 223 del código penal sobre delitos de destrucción o deterioro del bienes del Estado y la Riqueza Nacional. A seis meses de esta denuncia el actual Director de Patrimonio como los dos últimos Viceministros de Desarrollo de Culturas han cerrado filas para encubrir estos hechos soslayando sus responsabilidades para con la cultura y el patrimonio arqueológico, anteponiendo sus intereses personales y políticos, pues tanto los trabajos de Pumapunku como de Akapana se sostienen en sustanciosos montos provenientes de la donación de importantes empresas privadas.
Uno de los principales reclamos de la Sociedad de Arqueología de La Paz era que la UNAR hiciera público el proyecto con el cual estaba trabajando, este documento parece ser el secreto mejor guardado de la UNAR, pues ni el Viceministro y el Director de Patrimonio lo conocen (Tal como lo manifestó el actual Director de Patrimonio). Dos consecutivas intervenciones del Defensor del Pueblo en este caso tampoco pudieron extraer ninguna respuesta ni documentación acerca del proyecto que tienen lugar en Pumapunku.
Desde su inicio las tareas en Pumapunku han sido observadas por la ligereza con la que fue emprendido. El tiempo nos permite observar muchas de las torpezas y desatinos, evidentes e inferibles, cometidos por sus auspiciadores y responsables:
1. Primera torpeza: Las acciones en Pumapunku parecen no tener un proyecto con racionalidad arqueológica
2. Segunda Torpeza: Se emprendieron tareas de reconstrucción y conservación sin contar con una línea de base de trabajo, registro detallado de las piezas y sus posiciones al inicio del trabajo, ni una planificación adecuada para su traslado y posterior “armado”.
3. Tercera torpeza: El movimiento de piezas fue improvisado, como quien juega con un rompecabezas, tratando de ver que pieza ensambla con otra, cuando lo mas apropiado era hacer estas pruebas de simulación en computadora y establecer un cuidadoso plan de traslado una vez que estas posiciones hubieran sido identificadas con la más absoluta certeza.
4. Cuarta torpeza: Colocar como responsables a quienes no solamente no cuentan con la formación, licencia y capacidad para desarrollar estos trabajos, sino son el personal con menor calificación dentro de la UNAR para este cometido.
5. Quinta Torpeza: No contar con el personal ni los recursos mínimos para emprender tales labores, especialmente conservadores especializados, ingenieros experimentados en este tipo de trabajos, equipos y maquinaria adecuada, etc.
6. Sexta Torpeza: Haber trabajado en temporada de lluvia, emplear barretas metálicas para mover los litos y gatas para levantarlos: Varias piezas han sido quebradas y desportilladas por tamaña irresponsabilidad.
7. Séptima torpeza: Haber descuidado totalmente la conservación de otros restos materiales encontrados en Pumapunku. Mantener rasgos arqueológicos a medio excavar, exponiéndolos a la lluvia y a la inclemencia del tiempo sólo para que la prensa los pudiese fotografiar. Precio que Huari y la Fundación Wiñaymarca reclamaron para su publicidad institucional.
8. Octava torpeza: Mostrar a la prensa canales de desagüe de la estructura haciéndoles pensar que eran “túneles” que llevaban a “tesoros” o al sarcófago de algún “faraón” Tiwanakota, haciendo ostensible cuan seria es la actividad arqueológica que desarrolla la UNAR y sus “Arqueólogos”, licenciados sólo por tal institución, pues la UMSA no los reconoce como arqueólogos profesionales.
9. Novena torpeza: Haber expuesto a los trabajadores a innumerables riesgos en el movimiento de los litos, pues ninguno y en ningún momento contaban con los medios adecuados para tales trabajos. Esto también transgredió las regulaciones de la Ley del Trabajo.
10. Décima Torpeza: Cuando la SALP transmitió a la UNAR una primera preocupación por los acontecimientos en Pumapunku , pidiendo que se investigue internamente la veracidad de las denuncias hechas por un guía de turismo, recibió como respuesta la agresión física de uno de sus responsables en el trabajo de Pumapunku (probablemente el más torpe) a uno de los miembros de la Junta Directiva de la SALP, en las propias instalaciones de la UNAR y ante la vista y paciencia de su Director (o Jefe), el cual, junto a las autoridades del Viceministerio apañaron (o talvez fomentaron) esta acción brutal, dando otra vez una muestra acerca del grado de delicadeza con el que se maneja el trabajo en Pumapunku, o en general, la arqueología nacional.
11. Décimo primera torpeza: Las autoridades del Viceministerio de Culturas han evadido sistemáticamente responder a la denuncia, inventando todo tipo de excusas para no cumplir con los compromisos de palabra hechos por su Director de Patrimonio frente a la SALP, al Alcalde de Tiwanaku, a representantes de los trabajadores de Tiwanaku y responsables de la UNAR. Esta actitud ambivalente no ha hecho más que profundizar el problema y hacer evidente la falta de capacidad de esta autoridad para, no sólo responder a las demandas que entraña el puesto, sino para formular un mínimo de políticas coherentes en el tema arqueológico.
12. Décimo segunda torpeza: Pensar que intimidando a los responsables de los proyectos internacionales para que no consideren dentro de sus equipos de investigación a los arqueólogos asociados a la SALP van a lograr evitar que se destapen todos los intereses y malos manejos (no sólo técnicos ) que se esconden tras estos proyectos.
13. Décimo tercera torpeza: Que tanto el Viceministerio como su Dirección de Patrimonio han jugado con la voluntad, tiempo y trabajo de los abogados y responsables del Defensor del pueblo, evadiéndolos o contándoles mentiras respecto del problema o los intereses que giran en torno a Pumapunku.
Lamentablemente, aparte de la SALP, parece que a ninguno de los actores involucrados - directa o indirectamente - le interesa la salud del patrimonio arqueológico de Pumapunku ni de Tiwanaku, cada una de las cuales (“Mallkus”de Tiwanaku, Alcalde, Vecinos, Estudiantes de Arqueología, UMSA, Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Antropológicas, Fundaciones Culturales, etc.) se ha mostrado indiferente ante estos atropellos contra el patrimonio arqueológico, las instituciones que las defienden y los propios arqueólogos que reprochan o denuncian tales hechos.
Se recalca que las opiniones vertidas en este texto son de absoluta responsabilidad del autor e independientes de las instituciones aludidas
Uno de los principales reclamos de la Sociedad de Arqueología de La Paz era que la UNAR hiciera público el proyecto con el cual estaba trabajando, este documento parece ser el secreto mejor guardado de la UNAR, pues ni el Viceministro y el Director de Patrimonio lo conocen (Tal como lo manifestó el actual Director de Patrimonio). Dos consecutivas intervenciones del Defensor del Pueblo en este caso tampoco pudieron extraer ninguna respuesta ni documentación acerca del proyecto que tienen lugar en Pumapunku.
Desde su inicio las tareas en Pumapunku han sido observadas por la ligereza con la que fue emprendido. El tiempo nos permite observar muchas de las torpezas y desatinos, evidentes e inferibles, cometidos por sus auspiciadores y responsables:
1. Primera torpeza: Las acciones en Pumapunku parecen no tener un proyecto con racionalidad arqueológica
2. Segunda Torpeza: Se emprendieron tareas de reconstrucción y conservación sin contar con una línea de base de trabajo, registro detallado de las piezas y sus posiciones al inicio del trabajo, ni una planificación adecuada para su traslado y posterior “armado”.
3. Tercera torpeza: El movimiento de piezas fue improvisado, como quien juega con un rompecabezas, tratando de ver que pieza ensambla con otra, cuando lo mas apropiado era hacer estas pruebas de simulación en computadora y establecer un cuidadoso plan de traslado una vez que estas posiciones hubieran sido identificadas con la más absoluta certeza.
4. Cuarta torpeza: Colocar como responsables a quienes no solamente no cuentan con la formación, licencia y capacidad para desarrollar estos trabajos, sino son el personal con menor calificación dentro de la UNAR para este cometido.
5. Quinta Torpeza: No contar con el personal ni los recursos mínimos para emprender tales labores, especialmente conservadores especializados, ingenieros experimentados en este tipo de trabajos, equipos y maquinaria adecuada, etc.
6. Sexta Torpeza: Haber trabajado en temporada de lluvia, emplear barretas metálicas para mover los litos y gatas para levantarlos: Varias piezas han sido quebradas y desportilladas por tamaña irresponsabilidad.
7. Séptima torpeza: Haber descuidado totalmente la conservación de otros restos materiales encontrados en Pumapunku. Mantener rasgos arqueológicos a medio excavar, exponiéndolos a la lluvia y a la inclemencia del tiempo sólo para que la prensa los pudiese fotografiar. Precio que Huari y la Fundación Wiñaymarca reclamaron para su publicidad institucional.
8. Octava torpeza: Mostrar a la prensa canales de desagüe de la estructura haciéndoles pensar que eran “túneles” que llevaban a “tesoros” o al sarcófago de algún “faraón” Tiwanakota, haciendo ostensible cuan seria es la actividad arqueológica que desarrolla la UNAR y sus “Arqueólogos”, licenciados sólo por tal institución, pues la UMSA no los reconoce como arqueólogos profesionales.
9. Novena torpeza: Haber expuesto a los trabajadores a innumerables riesgos en el movimiento de los litos, pues ninguno y en ningún momento contaban con los medios adecuados para tales trabajos. Esto también transgredió las regulaciones de la Ley del Trabajo.
10. Décima Torpeza: Cuando la SALP transmitió a la UNAR una primera preocupación por los acontecimientos en Pumapunku , pidiendo que se investigue internamente la veracidad de las denuncias hechas por un guía de turismo, recibió como respuesta la agresión física de uno de sus responsables en el trabajo de Pumapunku (probablemente el más torpe) a uno de los miembros de la Junta Directiva de la SALP, en las propias instalaciones de la UNAR y ante la vista y paciencia de su Director (o Jefe), el cual, junto a las autoridades del Viceministerio apañaron (o talvez fomentaron) esta acción brutal, dando otra vez una muestra acerca del grado de delicadeza con el que se maneja el trabajo en Pumapunku, o en general, la arqueología nacional.
11. Décimo primera torpeza: Las autoridades del Viceministerio de Culturas han evadido sistemáticamente responder a la denuncia, inventando todo tipo de excusas para no cumplir con los compromisos de palabra hechos por su Director de Patrimonio frente a la SALP, al Alcalde de Tiwanaku, a representantes de los trabajadores de Tiwanaku y responsables de la UNAR. Esta actitud ambivalente no ha hecho más que profundizar el problema y hacer evidente la falta de capacidad de esta autoridad para, no sólo responder a las demandas que entraña el puesto, sino para formular un mínimo de políticas coherentes en el tema arqueológico.
12. Décimo segunda torpeza: Pensar que intimidando a los responsables de los proyectos internacionales para que no consideren dentro de sus equipos de investigación a los arqueólogos asociados a la SALP van a lograr evitar que se destapen todos los intereses y malos manejos (no sólo técnicos ) que se esconden tras estos proyectos.
13. Décimo tercera torpeza: Que tanto el Viceministerio como su Dirección de Patrimonio han jugado con la voluntad, tiempo y trabajo de los abogados y responsables del Defensor del pueblo, evadiéndolos o contándoles mentiras respecto del problema o los intereses que giran en torno a Pumapunku.
Lamentablemente, aparte de la SALP, parece que a ninguno de los actores involucrados - directa o indirectamente - le interesa la salud del patrimonio arqueológico de Pumapunku ni de Tiwanaku, cada una de las cuales (“Mallkus”de Tiwanaku, Alcalde, Vecinos, Estudiantes de Arqueología, UMSA, Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Antropológicas, Fundaciones Culturales, etc.) se ha mostrado indiferente ante estos atropellos contra el patrimonio arqueológico, las instituciones que las defienden y los propios arqueólogos que reprochan o denuncian tales hechos.
Se recalca que las opiniones vertidas en este texto son de absoluta responsabilidad del autor e independientes de las instituciones aludidas