El domingo 25 de marzo del 2007, salio publicado en el segmento “Fondo Negro” del matutino La Prensa de la ciudad de La Paz, un artículo que titula “La Arqueología en Bolivia, huérfana de todo”, que resume bastante bien los comentarios, reclamos y críticas que emiten los arqueólogos Claudia Rivera, Jedú Sagarnaga y José Luís Paz. No obstante el artículo comienza con una afirmación errada que indica que “Reconstruir la historia de las antiguas culturas, conocer detalles, modos y avances- la esencia, la definición básica de la arqueología- en Bolivia”, pues el fin de la arqueología no es en sí reconstruir la historia, sino tratar de entender el pasado a través de sus restos materiales y este entendimiento no es de ninguna manera único ni final.
Sagárnaga menciona que el “grueso” de los sitios arqueológicos se encuentra en el área “rural” y que el arqueólogo debe desplazarse hasta lugares muy alejados. Probablemente esto no es del todo falso, pero debemos recordar que tanto La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Tarija se hallan emplazados sobre extraordinarios complejos de asentamientos arqueológicos y que la práctica arqueológica no se hace únicamente a través del trabajo de campo (mayor comentario en Lucas 2001).
Por otro lado Rivera indica que “hacer investigación en Bolivia no es una tarea fácil, pues no existen las condiciones mínimas de apoyo a esta labor”, esto es totalmente cierto, pues el estado y las universidades no sólo que apoyan muy poco la investigación, sino que en muchos casos la desalientan (ver las discriminaciones que hacen el Fondo de Culturas del Viceministerio de Desarrollo de Culturas o el propio PIEB).
El que “no se hayan incorporado especialistas a los trabajos de excavación y análisis” como menciona José Luís Paz, es justamente porque no contamos con estos especialistas y probablemente no los tengamos en mucho tiempo, pues no tienen cabida con el actual incentivo que brinda el espacio de trabajo e investigación. En esto muchas de las pomposas presentaciones que hace el Director de la UNAR en sentido de que en AKAPANA se trabaja con los mejores arqueólogos de Bolivia y que se hace un trabajo especializado es simplemente una gran Falacia, que no aguantaría la mas superficial de las indagaciones.
Por ejemplo, gran parte de quienes trabajan en Akapana, cumplen las funciones de meros capataces de cuadrilla que supervisan los trabajos de remoción de tierra, a partir de los cuales se pretende exponer la pirámide como un simple monumento arquitectónico y no como el producto de una compleja dinámica social, económica, cultural y tecnológica que demandó cientos de años.
Se dice que “la mayoría de los arqueólogos en el país no cuentan con trabajo fijo”, no sólo es eso, la mayoría se encuentran dentro de la categoría de “desempleo absoluto”, lo cual es totalmente desalentador para quienes incluso hacen esfuerzo por conseguir una especialización o doctorado, porque este merito académico ni la propia Universidad lo reconoce en su justa dimensión, mucho menos la UNAR, donde el haber cursado el tercer semestre de arqueología es suficiente mérito para asumirlo como “Arqueólogo” o “Experto” y colocarlo en Akapana ganando un humillante salario.
Turismo
José Luís Paz indica que lo que hasta ahora se ha hecho en el tema de aprovechamiento del patrimonio para el turismo es improvisado y que no todas las comunidades que demandan explotar sus vestigios arqueológicos pueden hacerlo con perspectivas económicas viables, lo cual es absolutamente cierto. Mientras que Sagárnaga apunta que “la puesta en valor de sitios arqueológicos, la construcción de museos de sitio y la apropiada gestión de los recursos culturales pueden ser la tabla de salvación para muchas comunidades rurales, hoy en día depauperadas”, lo cual es en cierta manera falso. No se hace desarrollo rural con lo que algunos arqueólogos denominan “Museo de sitio” , que en realidad es un cuarto que funge como almacén de materiales arqueológicos, cuya “irresponsabilidad” es endilgada a la “comunidad” bajo figuras que legalmente son impracticables, pues las únicas entidades que pueden administrar el patrimonio son el Viceministerio de Desarrollo de Culturas, las prefecturas o los municipios. Estos almacenes, que nadie visita (ver estadísticas de visita de la mayoría de ellos) no generan ningún ingreso significativo para la población y no les reporta ninguna actividad económica adicional. Probablemente Pariti tenga posibilidades de ser la única excepción en este sentido, pero el resto, incluido Chiripa, Taraco, Huari, Quillacas, Aucapata y otros, son un reverendo fracaso. Desarrollar turismo en una región demanda generar capacidades locales, infraestructura de servicios, interrelación con todos los actores económicos (públicos y privados), desarrollar inversiones empresariales y establecer alianzas estratégicas de mercado para el desarrollo de productos turísticos que sean económicamente sostenibles.
Sagárnaga menciona que el “grueso” de los sitios arqueológicos se encuentra en el área “rural” y que el arqueólogo debe desplazarse hasta lugares muy alejados. Probablemente esto no es del todo falso, pero debemos recordar que tanto La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Tarija se hallan emplazados sobre extraordinarios complejos de asentamientos arqueológicos y que la práctica arqueológica no se hace únicamente a través del trabajo de campo (mayor comentario en Lucas 2001).
Por otro lado Rivera indica que “hacer investigación en Bolivia no es una tarea fácil, pues no existen las condiciones mínimas de apoyo a esta labor”, esto es totalmente cierto, pues el estado y las universidades no sólo que apoyan muy poco la investigación, sino que en muchos casos la desalientan (ver las discriminaciones que hacen el Fondo de Culturas del Viceministerio de Desarrollo de Culturas o el propio PIEB).
El que “no se hayan incorporado especialistas a los trabajos de excavación y análisis” como menciona José Luís Paz, es justamente porque no contamos con estos especialistas y probablemente no los tengamos en mucho tiempo, pues no tienen cabida con el actual incentivo que brinda el espacio de trabajo e investigación. En esto muchas de las pomposas presentaciones que hace el Director de la UNAR en sentido de que en AKAPANA se trabaja con los mejores arqueólogos de Bolivia y que se hace un trabajo especializado es simplemente una gran Falacia, que no aguantaría la mas superficial de las indagaciones.
Por ejemplo, gran parte de quienes trabajan en Akapana, cumplen las funciones de meros capataces de cuadrilla que supervisan los trabajos de remoción de tierra, a partir de los cuales se pretende exponer la pirámide como un simple monumento arquitectónico y no como el producto de una compleja dinámica social, económica, cultural y tecnológica que demandó cientos de años.
Se dice que “la mayoría de los arqueólogos en el país no cuentan con trabajo fijo”, no sólo es eso, la mayoría se encuentran dentro de la categoría de “desempleo absoluto”, lo cual es totalmente desalentador para quienes incluso hacen esfuerzo por conseguir una especialización o doctorado, porque este merito académico ni la propia Universidad lo reconoce en su justa dimensión, mucho menos la UNAR, donde el haber cursado el tercer semestre de arqueología es suficiente mérito para asumirlo como “Arqueólogo” o “Experto” y colocarlo en Akapana ganando un humillante salario.
Turismo
José Luís Paz indica que lo que hasta ahora se ha hecho en el tema de aprovechamiento del patrimonio para el turismo es improvisado y que no todas las comunidades que demandan explotar sus vestigios arqueológicos pueden hacerlo con perspectivas económicas viables, lo cual es absolutamente cierto. Mientras que Sagárnaga apunta que “la puesta en valor de sitios arqueológicos, la construcción de museos de sitio y la apropiada gestión de los recursos culturales pueden ser la tabla de salvación para muchas comunidades rurales, hoy en día depauperadas”, lo cual es en cierta manera falso. No se hace desarrollo rural con lo que algunos arqueólogos denominan “Museo de sitio” , que en realidad es un cuarto que funge como almacén de materiales arqueológicos, cuya “irresponsabilidad” es endilgada a la “comunidad” bajo figuras que legalmente son impracticables, pues las únicas entidades que pueden administrar el patrimonio son el Viceministerio de Desarrollo de Culturas, las prefecturas o los municipios. Estos almacenes, que nadie visita (ver estadísticas de visita de la mayoría de ellos) no generan ningún ingreso significativo para la población y no les reporta ninguna actividad económica adicional. Probablemente Pariti tenga posibilidades de ser la única excepción en este sentido, pero el resto, incluido Chiripa, Taraco, Huari, Quillacas, Aucapata y otros, son un reverendo fracaso. Desarrollar turismo en una región demanda generar capacidades locales, infraestructura de servicios, interrelación con todos los actores económicos (públicos y privados), desarrollar inversiones empresariales y establecer alianzas estratégicas de mercado para el desarrollo de productos turísticos que sean económicamente sostenibles.
Universidad Mayor de San Andrés
En cuanto que el Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Antropológicas de la Universidad Mayor de San Andrés estuviera empezando a surgir, creo que esto es un error. Este se inició con mucha expectativa, pero en la actualidad se halla totalmente estancado y sumido en una profunda crisis, producto de las malas gestiones de sus sucesivos directores. De superarse este mal momento, podría ser una real alternativa para los arqueólogos que tienen la capacidad y la motivación para hacer investigación.