Desde hace algunos años la carrera de Arqueología de la UMSA viene implementando cursos relámpago que duran menos de un mes, habilitados entre el intersticio que permite el final de un semestre y el principio de otro. Estos cursos son llamados "de verano", cuyos objetivos, cuando se implementaron en otras carreras, a principios de los años 80, fueron el de permitir la nivelación de estudiantes que acusaban retrazos por efecto de cambios en las curriculas o como premio para quienes obtenian exelentes notas y cuya caopacidad les permitia adelantar su egreso. Sin embargo, estas materias eran dicatadas por los mismos docentes que impartían las clases regulares y se daban en períodos de dos a tres meses. En aquel tiempo era poco probable que fueran aceptados aquellos que no contaban con los prerequisitos necesarios o venian de reprobar la materia en un curso regular.
Hoy la Carrera de Arqueología de la UMSA hace todo lo contrario, habilita estos cursos para los peores alumnos, o para aquellos que no pueden aprobar la materia con las exigencias regulares. ¡Claro esta, la dictan tambien "Arqueologos de Verano"!, que no dubitan en aceptar materias, cuyo contenido es obvio que no se puede impartir en 15 o 20 dias. Lo que pasa entonces es que se prescinde de la mínima lectura especializada, del análisis, la reflexión, la presentación de trabajos o monografias finales y de todo recurso que da sustancia a curso universitario que puede preciarse de algún rigor académico.
En estos últimos años (incluido el que comienza), la nueva política de los directores de carrera, y hago énfasis en lo "político", los afana por granjearse la simpatia de un número creciente de estudiantes "del mínimo esfuerzo", quienes imponen el lanzamiento de cada vez más cursillos de verano que los lleve rápidamente a egresar, aún a costa de una formación totalmente deficiente. Egreso, que en muchos casos, no les sirve mas que para habilitarse de mano de obra barata en excavaciones implementadas por el estado, la empresa privada o algún proyecto extranjero. Con suerte, estos arqueólogos no licenciados, 5 o 10 años despues de egresar, podran habilitarse a un PETAE que los salve de el "infierno laboral" que significa estar entre el egreso y la licenciatura. Infierno que probablemente tambien podra salvarse con el apoyo remunerado de algún otro "Arqueólogo de Verano".
Lamentablemente, nuestra formación arqueológica universitaria está en manos de una "Carrera de Verano" con contenidos, dirección, docentes y estudiantes de verano que promete, paradojicamente, un largo y gélido futuro invernal para la arqueología boliviana.
Cursillos de verano
ResponderBorrarEs lamentable la reinstauración de los “cursillos de verano” en las condiciones actuales. Está por suceder un fenómeno con la Carrera, y con toda la universidad, que ya ha sucedido en los colegios fiscales y en la gran mayoría de los particulares: la mediocridad. Es desastroso ver cómo los bachilleres de ahora egresan tan mal preparados para seguir cualquier carrera profesional. Claro, esta situación necesariamente tiene que encadenarse con la UMSA, por eso se han vuelto comunes y “normales” actitudes como las huelgas de hambre y otras presiones para acceder por la fuerza a un cupo universitario cuando la capacidad y la preparación académica merma. También tienen gran parte de la culpa los nuevos programas “académicos” de universidades privadas que ofrecen licenciatura en cuatro años o menos. Y hasta la Academia de policías es o será universidad y graduará a policías ¡licenciados!
Entonces, no es para sorprenderse que en la Carrera de arqueología de la UMSA también se opte por este camino y además, pareciera que existe una contraoferta comercial: ¡aquí también ofrecemos licenciaturas en cuatro o menos años! ¡Y si no obtiene la capacidad para licenciarse, no se preocupe, también ofrecemos títulos por PETAE!!!
Quiero aclarar sin embargo, que la culpa no es atribuible a los estudiantes de colegio o la universidad. Debemos ser el país con el porcentaje mayor de gente sin hábito para la lectura. El problema es estructural, como nos gusta decir para eludir responsabilidades y desviar la culpa hacia ese ente informe e impersonal. Por otra parte, existen algunos colegas que adquirieron su título mediante el PETAE por otras razones ajenas a su capacidad y es entendible. El problema está en las malas políticas educativas que se han implantado desde hace algunas décadas en el país. Estas malas políticas se reflejan de manera nítida en las universidades estatales, que deberían ser la piedra angular para el desarrollo ACADEMICO de la comunidad estudiosa boliviana. Por otro lado, también se enfatiza que la universidad debiera tener un rol social pronunciado, evitar la discriminación social, aportar a los objetivos sociopolíticos coyunturales, etc. Pero toda esta retórica no significa que deba descuidarse lo académico. ¿Es que a título de compromiso social la universidad estatal debería inundar el mercado profesional con egresados o titulados sin una formación plena?
En varias conversaciones con estudiantes y aún con colegas arqueólogos he percibido que el aspecto académico no interesa. Algunos argumentan que la académico esta bien para las universidades norteamericanas o europeas; pero en nuestro país, arguyen, lo principal es el compromiso social (?) Si está vigente este razonamiento, entonces no es para extrañarnos que las cosas estén como estén.
En relación a los cursos de verano específicamente, es materialmente imposible cumplir un programa con las lecturas mínimas para una materia cualquiera. En estos cursillos de tres semanas, si se tiene tiempo para leer algo debe ser el resumen del resumen, como decía un antiguo profesor. Y esto sale a colación cuando algunos estudiantes de la carrera creen que remitirse a las fuentes (Bennett, Binford, Ponce, Flannery, Trigger, Hodder, Gándara, entre otros) es una pérdida de tiempo y consideran que lo que escribieron o elucubraron esos autores no es pertinente en la nueva visión de la arqueología boliviana (¿cuál?) por lo que se tornan indigestos y anticuados. Me parece que esa opinión se basa en escasa o superficial lectura de los trabajos primigenios y la falta obvia de tiempo para digerirlos y analizarlos críticamente. Esta es una de las principales falencias de los cursillos de verano.
Creo firmemente que el conocimiento es acumulativo aunque el contexto del debate teórico y paradigmático puede haber cambiado. Pero esto último no impide que podamos acumular racionalmente el conocimiento previa evaluación sistemática y rigurosa. Por tanto, debería replantearse a fondo el programa de los cursos de verano, o cortar por lo sano y eliminarlos por el buen nombre de la universidad estatal.
Esta crítica, que tiene toda la intención de ser constructiva, no está dirigida a los estudiantes, porque aún no tienen una visión global del problema de la rebatiña de los cargos remunerados en ambientes universitarios, institucionales estatales o privados. Es posible que la falla se deba a un manejo poco adecuado de las políticas administrativas y académicas de la Carrera respecto a este tema particular.
En suma, comparto ampliamente la preocupación de Carlos Lémuz respecto a la aparición de los “arqueólogos de verano” que no augura nada bueno para el futuro de la arqueología en Bolivia. Es necesario un golpe de timón en la Carrera de arqueología (nótese que digo golpe de timón y no golpe defenestrador) que la reencauce para aportar a la sociedad con profesionales arqueólogos medianamente formados.
Lic. Adolfo E. Pérez Arias